martes, 19 de julio de 2016

Ella

Eres la construcción perfecta que pudo concebir la humanidad; eres la envidia de las diosas y el deseo de los dioses del Olimpo que, día tras día y noche tras noche descienden a la tierra de los mortales con la imperturbable voluntad de acercarse a ti, de posar sus dedos sobre la dulce piel que compone tu cuerpo, sobre los dorados cabellos que descienden sobre tus pechos, que se levantan retadores a los ojos y tentadores a las manos.  Pero siempre terminan fatigados, regresando a sus moradas en el lejano Olimpo, sin que tus ojos semejantes a estrellas que guían al que perdió el camino, les concedan a alguno de los inmortales el privilegio de ser reflejados en tus pupilas.


Ninfa, reina, semejante a las inmortales diosas, así  eres llamada por los infelices hombres, condenados a suspirar y desearte cada vez que la aurora  trae consigo la luz de la mañana, lamentando por las noches la triste suerte de tener sus lechos aun vacíos, sin tu compañía. Puesto que la hazaña de conquistar tus sueños y tu boca, no puede ser llevada a cabo por un mortal sin la ayuda de los dioses, pero estos últimos también te desean. Es por eso que Apolo, cansado de oír rezos de hombres y palabras de dioses que a ti te desean, desenfunda su arco y alista su flecha, para que cuando salgas a recibir a la dulce aurora, pueda atravesar tu corazón.