Busque las brújulas necesarias, consulte los vientos
provenientes de todos los caminos pero no encontraba rastro de tu pecho, del
universo que una vez se dibujó entre tus ojos de perro.
Quería que fueses nueva teoría, nuevo big bang, nuevo
evangelio. Te quería como la mayor afrenta a las constelaciones, a los dioses, a los hombres. Y te buscaba
también en mapas y hasta mirando hacia los cielos, creyendo como
religioso idiota.
En la búsqueda, me volví un vagabundo errante, un remedo de
sueños, un puñado de fe. Olvide a la madre que me pario, porque perdí la
memoria, porque el tiempo se me clavo entre los huesos y nunca pude ver a las
estrellas salir de tu boca.