Aquellos amantes que son tormenta en
una noche que apenas se aproxima a su punto más oscuro; sin nubes, sin estrellas ni luna.
Son silueta que se mueve ante una luz
tenue, son un reflejo de instinto, de vicio, del animal que está en el alma o en los sueños.
Un aullido se incorpora a la forma que
sus cuerpos tienen, un dolor los roza, un goce los destruye y los purifica.
Las manos sujetas a la piel; recorren las ideas, los cabellos y las espaldas. Cada fragmento que los compone es conquistado, es dibujado sobre el universo.