Solamente era la decadencia de su cordura, solo era la
perdida de su razón, eso era lo que se derramaba por medio de su sexo. En
constante conflicto por su ser biológico, en constante lucha contra su fe.
No sabia vivir, no sabía comportarse entre los modelos
establecidos en sociedad, no sabia que era mejor o peor en sus actos. Nunca
aprendió a ser mujer, jamas había deseado ser perfectamente femenina. Se
sostenía en pie como el ser extraño que miran
con deseo y tratan con neutralidad.
Crecieron sus ganas de mirar
al cielo y buscar la respuesta que ya conocía a preguntas que no existían. Eran
fuertes sus ganas de creer en aquello que los demás creen, pero sabía que era
incapaz de ser tan imbécil.
¿Cómo amarse? ¿Cómo ser feliz cada mes que se recuerda que es una mujer infeliz? ¿Cómo vivir sin ser fuerte o débil? ¿Cómo seguir sin saber donde pisar? ¿Cómo respirar ese aire lleno de sentimientos que no puede ver ni tocar? ¿Cómo existir en el mundo donde nunca ha vivido?
Cada vez que abría sus ojos sabia muy bien en que infierno pisaba, aprendió a bailar entre mentiras, aprendió a besar al diablo y a cruzar miradas con extraños.
Mantuvo sus noches siempre acompañadas por la soledad.
Siempre confundida, siempre su sexo sangrando y gritando su género pero ella con deseos de tocar hasta lo ajeno. Disfrutaba cada beso lanzado en su memoria, disfrutaba inquieta en su cama la compañía de sus ideas que la masturbaban hasta hacerla gemir y con el desconcierto siempre de saber si eran mujeres u hombres sus ideas.
Ahora nadie llorara
por ella, nadie quiere cuidar la inutilidad que es mientras vive su vejez, algo
que asqueaba y arruinaba su cabeza. Ahora era ella quien producía lastima,
ahora ella era quien buscaba piedad y con ganas de recuperar su fe.