jueves, 31 de mayo de 2012

Ella


Solamente era la decadencia de su cordura, solo era la perdida de su razón, eso era lo que se derramaba por medio de su sexo. En constante conflicto por su ser biológico, en constante lucha contra su fe.

No sabia vivir, no sabía comportarse entre los modelos establecidos en sociedad, no sabia que era mejor o peor en sus actos. Nunca aprendió a ser mujer, jamas había deseado ser perfectamente femenina. Se sostenía en pie como el ser extraño que miran con deseo y tratan con neutralidad.

Crecieron sus ganas de mirar al cielo y buscar la respuesta que ya conocía a preguntas que no existían. Eran fuertes sus ganas de creer en aquello que los demás creen, pero sabía que era incapaz de ser tan imbécil.

¿Cómo amarse? ¿Cómo ser feliz cada mes que se recuerda que es una mujer infeliz? ¿Cómo vivir sin ser fuerte o débil? ¿Cómo seguir sin saber donde pisar? ¿Cómo respirar ese aire lleno de sentimientos que no puede ver ni tocar? ¿Cómo existir en el mundo donde nunca ha vivido?

Cada vez que abría sus ojos sabia muy bien en que infierno pisaba, aprendió a bailar entre mentiras, aprendió a besar al diablo y a cruzar miradas con extraños. 
Mantuvo sus noches siempre acompañadas por la soledad.

Siempre confundida, siempre su sexo sangrando y gritando su género pero ella con  deseos de tocar hasta lo ajeno. Disfrutaba cada beso lanzado en su memoria, disfrutaba inquieta en su cama la compañía de sus ideas que la masturbaban hasta hacerla gemir y con el desconcierto siempre de saber si eran mujeres u hombres sus ideas.

Seguirán pasando los años y seguirá viviendo en soledad sin acostumbrarse a ella, pero sin opciones, sin lamentos, sin quejas hacia lo que nunca tuvo o ¿quizá se lamentara?

Ahora nadie llorara por ella, nadie quiere cuidar la inutilidad que es mientras vive su vejez, algo que asqueaba y arruinaba su cabeza. Ahora era ella quien producía lastima, ahora ella era quien buscaba piedad y con ganas de recuperar su fe.




sábado, 5 de mayo de 2012

Partida




lo fue la desgraciada coincidencia de vivir en el mismo tiempo, de haber sido escritos en el mismo libro, que fue esa misma mano que con sutil caligrafía escribió nuestros nombres en ese primer párrafo y que jamás nos garantizo volverlos a escribí en el último.
 
Fue la maldición de mi cuerpo atado, de mis ojos cansados, el verte morir sin poder intervenir.
Maldigo cada momento que se encontró lleno de felicidad; felicidad de porcelana, la cual se desquebraja de miedo ante las amenazas de la muerte, que con sus labios húmedos del deseo, con sus manos ansiosas de tenerte, sonríe.


El tiempo no nos dio tregua para vivir, no nos dejaron elegir. Yo daría la mitad de mis latidos por que vivieras hoy, porque tu cuerpo y el mio en una noche más se fundieran, otorgándole al silencio el segundo puesto.



¡Que tus dedos inquietos conozcan mis secretos, tu boca ligera y ardiente bese mis sueños!
Pero sólo es un bajo deseo, uno de esos que nacen cuando la ausencia llega, cuando esa ausencia eterna se encuentra.

 Ahora regrese a ser ese cuerpo que vive en las noches y en los días muere, que no le encuentra sentido al reloj ni a sus ínfulas de manejar el tiempo.