Y fue el rose de tu mano a mi cuerpo, una caricia
sin intensión al pasar a mi lado.
Y fue morir por olerte, por desearte tanto en tan miserable
momento.
Y recordar el pasado; recordarte en mis caderas, en mis piernas,
en mi sexo.
Sintiendo como recorrían en mis intestinos aquellas sensaciones
crecientes, aquello bichos que se movían.
Y volver a sentir como se descompone mi respiración, como por mi
nariz no pasaba bien el aire, como debía abrir mi boca para sobrevivir mientras
acorralabas mi cuerpo y todos los bichos salían asomados por mi garganta entre
mis gritos.
Recordar que de ti provenía el calor, el peso de la noche, la
respiración agitada, las palabras a mis oídos; el deseo de lo que querías sobre
mí.
Yo dócil, sumisa ante tus ojos.
Tus manos habían conocido el camino de mis huesos y mucho más.
El cielo, sin precipitaciones de lluvia, pero nosotros mojados
bajo las estrellas.